vibraciones del ángel

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Uno vibra, no grita,
uno tiembla, no corre,
uno palpita, no suena.
Las vibraciones son las caricias del sonido…

las vibraciones son los sonidos hechos cuerpo,
cuerpos que tocan, que deslizan, que rozan,
las vibraciones son la extensión de la furia en su pausa,
en su continuidad morbosamente elegante, en su genuina magia sensual,
las vibraciones son lo blanco del silencio, lo púrpura de lo antiguo, son además el esquema en el mosaico de la contemplación, del mirar de la muerte lejanísima.

Cuando lo silencioso estremece lo profundo, y la selva en mí se torna en puro deseo,
es que mis intestinos y mis corazones tiritan bajo la sábana sangrienta del sonido; de la nada-todo, del olvido olvidado, del recuerdo hundido en el placer ficticio.

El sonido del silencio está mirando, y espera, muy calmo 
en su energía, muy sabio en su locura, en su vejez,

y arremete con la fuerza de mil jinetes clandestinos en mi adentro, en lo privado de mi venganza y de mis vergüenzas,

el silencio viola lo sagrado y viola,
el silencio me quita humo, me deja la vestimenta gris y los espejos ensangrentados,
el silencio se desquita en mi ignorancia y se burla de lo ya burlado, cruel como un águila de presa,
cruel como el pasado de mi niñez, sana y ya olvidada.   

 

Moriré uno de estos días.

 

Y mi angustia radica en el hecho de no tener en perspectiva las cosas de las gentes que me van a llorar o me van a odiar eternamente por la osadía de mi propio egoísmo.

 

¿Cómo morir en silencio? ¿Cómo evitar la agonía de los no caídos?

No sé…                          

¿Qué habrá para mí después de?

Tampoco lo sé…

 

Espero con el ansia y con cierta desazón el novedoso silencio de mi más profunda ignorancia.

 

Y será todo 

Y será nada

 

O quizá el silencio del águila rapaz me atormentará la eternidad burlándose de los pecados de mi niñez, de mi juventud… O por los pecados de toda una vida.

.

.

. Cristian Drugas©

EL ARTE NO HA MUERTO DE MUERTE

Esa noche quise leer un libro (en blanco).

Y lo leí (me dejó leerlo, y poseerlo, saliendo ileso de la osadía).

Y me llené de posibilidad, del potencial de lo virgen-limpio y de una deliciosa y tangible factibilidad en mi todo abierto y desarmado; y desordenado, como en un caos propicio y cizañero. Y caí en las líneas del capricho soslayante, y en su burla cargada de caricias honestas en la pretensión.

Fue en la lectura que la satisfacción del feliz y del no tanto acepté.

Y la absurdez de la hora retrasada su bendición me dio;
y en el albedrío de mi pie frente al otro su bendición me dio;
y sobre las hechizas herencias de aquel día corrupto, su bendición me dio…

Así, la presencia de una lógica soberana
se impuso implacable por sobre lo ficticio, y por
sobre el mal verdadero.
La noche y el vestigio del cielo fueron halladas
acuchilladas en las redes del humilde y sabio pescador,
del poblador original, dueño de su derecho.

Las imágenes se devoran entre sí en una orgía de goyística viscosidad;
y las letras en su rebelión claman por un rey,
por un rey ciego, por un rey gordo.
La revolución de lo hermoso en un infarto claudicó en su altura,
en su pseudo-sublime condición retórica y estúpidamente vanagloriada.

Las artes me ubican y me sospechan,
me huelen como a una loba en la estepa. Y yo corro y las evito sin saber
por qué, como quien las desecha por ser nubes inasibles, lúdicas y
juguetonas, y por estar bajo condición.

Se ilustran en mis Hesse, en mis Nietzsche y en mis otros. Y de manera
extranjera en mis Camus insólitos y muy borrachos.
También se ilustran en el Kafka que nunca tuve.

Las artes tienen hambre,
y se mueren en cada segundo como diez horas;
se mueren del vacío de abajo, o quizás del trasiego intestino ¿quién soy
yo para preguntar nada?
Me tropiezan con la plegaria del más corroído y del pecador insoluble,
horrores sin descripción.

Anti-regocijo del mismísimo creador en su charco de histeria
corrompida.

La finalidad del antiguo canon es azotada por un delito mayor.
Y el Dios cae en la conciencia de la tragedia; cae en las miradas
acusadoras de su obra;
de su enfermedad y de su enorme imperfección.
Imperfección asumida por la generalidad del hecho mismo
(y por el furioso de siempre).

El arte muere en su miseria y en su Dios -quien lo hizo todo posible-.
Agoniza en su pincelada final y condescendientemente,
decide y anula, arma y alimenta la idea del error gigantesco,
llamando a todos los escándalos al frente, como arietes de papel.
Y el creador, exiliado en el pantano de su misma asunción,
nutre y alimenta la fluctuación del riesgo de su propia inexistencia.

Las artes han muerto.
Y en el funeral los ecos posibles son fustigados y callan;
desde allí serán hermético dolor para siempre (para mí y seguro para
otros).
La matriz del todo se ha roto y yace a la sombra de su cadáver,
en el enigma del Dios que la ha matado con su muerte.

Dios también ha querido que lo maten hoy en la tarde, así como
en las mañanas siguientes y siguientes.
Y por el motivo, la trascendencia bestial emociona la partitura de mis
almas, de mi ansia y de mis inocencias, aquellas muy vengadoras y
matemáticas hasta en su delirio más lógico y etéreo.
El dragón en su fuego se ha perdido,
se ha malgastado y no vive más en sí.

Las mentiras del destructor y sus engaños van al cadalso iluminado,
y la dolorosa alegría aumenta como cuando el final de toda historia.
La piedad se esfuma en sus vergüenzas sucias y negras; y la indulgencia,
procesal y castigada, es hecha polvo al paso del siglo breve.
Mientras que la conmiseración es en su mismo juicio,
encontrada tan culpable… y tan corrupta…
La compasión, bestia de bestias, según la sala, se desmitifica como
cuando la prostituta hace las cuentas tras una faena cualquiera.

La destrucción de la deidad y de su soberbia,
trae consigo la caída de las verdades antiguas, de lo que ahora es solo
nausea de ayer, nauseas que cabalgaron los tiempos en crueles yugos
divinos.
Y el andamio del artista en su resurrección desde el engaño vil,
es reconocido y enorgullecido; resplandeciente,
firme en su madera honda y harta de sociedad salvaje y humana.

Hay nuevo rey, exclamó un alfil desde el borde del abismo de su escaque.
Las letras magníficas lo han logrado.
¡Qué emotivo es todo ahora!
El arte y su implicancia de hombre y mujer, de humanidad definitiva y
básica, es coronada bajo el poder de una tremenda y terrena inspiración.
Bajo el resplandor de la luz derecha y rebosante de verdad nueva,
de la única razón y de la única causa, la humana.

Vítor a la sociedad guerrera y a su legado, y a su poder de
humanización eterna.
Vítor a las vísceras ensangrentadas del soldado perdido en una frase
olvidada;
al pincel quebrado por la fatiga de lo milenario;
al poeta aquel del suicidio temprano;
vítor al pintor de la barba larga muerto en su color en su lienzo;
al pianista que en su locura encontró la nota perdida.

Lágrimas de no-pena ni dolor al heroísmo de un antiguo arte que en su
rebeldía flota, fluye y se difumina con su gana,
y salvada queda,
y que arde con su gana además.
Gracias al defensorio de la magia manifestante y a ese,
el de la alegría a la hora de la denuncia acogida,
en la hora vital del empate ganado y cosido en la filigrana de los
honores serios.

Por tanto martirio, y tantísimo sufrir; y tantas zanjas inmunes
(y tanto todo y tanto nada…. ¡Y tantos todos/nadas por Dios!)

Por eso, por eso fue que adelgacé mirándome a mí mismo pelear durante las frágiles batallas esas…
y así acabo diariamente mis días -digo, es un decir aquello de días- mirándome desnudo siempre yo, y siempre todos, como una aburrida consecuencia lírica del mí.
Siendo hombre y perro; y en mi pleno resumen amatorio es que desahogo las cifras del heroico, telúrico y apasionado momento que he vivido.

Una nada llamada Rocío me lleva a la sensualidad del sexo en el regocijo del alma y del pan; y en el maremoto orgásmico, la señal de mi nueva amante pletórica
aparece fantástica de entre los nubarrones de todo el drama vivido.

Es así que el nacimiento de mi ardor se traduce en agradecimiento
verdadero al autor del cayado, al líder de líderes,
al hombre mismo.
Al hombre humano, a la bestia;

Sí, a la bestia humana y a su creatividad por consiguiente
Creatividad con la cual me deleito más allá de la palabra,
más allá de la idea, más allá de la estupidez….
Incluso más allá de la tenue ambigüedad de mis placeres egoístas.
No más cinismo en los corazones, en las almas, en los cuerpos, en las nucas…en las nueces

Ahora ya nada es en vano.
Ni el amor, ni la razón, ni la expulsión del paraíso
serán a esta hora conceptos culposos y ajenamente crueles.
Es ahora que el arte por fin explota desde el artista
como un huracán afinado en su propia ciencia.
Rápido, rápido todos a ver al arte en su orgullo y su debut.
¡Vamos!

Ahora hay más razones para vivir y eso no es poco.

epílogo

Entrando en la última página, recapacito, comulgo y digiero…
Como testigo y espectador principal, me han dejado la experiencia en su vuelo.
Vi luchas titánicas, y mis héroes no murieron en muertes vacuas, no en épicas sin sentido ni en fútiles guerras de vanidad.

Un libro en blanco podría parecer absurdo, pero
¿quiénes somos realmente para juzgar algo de tal envergadura?
¿Acaso somos usuarios de un mundo que no nos merece?
¿Acaso al que nos place y al que entendemos muy mal?

En esa lealtad a mi condición de especie recae toda la fuerza que moldea mi abstracción y mi concepción de lo supremo (de lo realmente supremo).

Solamente eso, una historia y el amor a lo aún no escrito,
a lo aún no leído. A la mera posibilidad de.

Leer un libro es como empezar a escribirlo….

ºººº ƒ ºººº