¿Tenemos un lugar? ¿Tenemos un espacio?

Notas sobre Julio Ramón

Se nota que se ha estado leyendo al maestro…. aquel que fumaba, y que fumaba duro, y que fumaba tanto que Barranco está necesitando urgentemente un «Ducal» o quizá un «Inca» por aquello de la sanguínea necesidad tras el café en el Juanito…. diría yo, a las qué… ¿seis de la tarde? ¡Claro!

La hora perfecta; y perfecta con Bryce, añorándolo todo (aún sin la «plagiadera» maldita que sonó a trampa más bien)…. ¿Y Vargas Llosa? Ah bueno, no sabría decirlo. Su «elegancia vespertina» conflictuaba el ambiente-delicia en aquel rincón especialísimo de Lima; pero de vez en vez en el cuadro aparecía (no me preguntes si con Patricia o la otra ya que todo ahí es atemporal); y cuando lo hacía, del humo de Julio Ramón y del vodka de Alfredo, huía («varguitas») presto hacia la casa verde de la esquina de Grau con «Boulevar» para ver aquellos hipopótamos que tanto lo tranquilizaban en su hipocondría (y para ver a las Kathies también, las que se confundían con Silvio en el rosedal, tratando de nivelarse…. el mes que viene).

Al maestro con cariño, al que nos dedicó a los fumadores y a los que no, una de sus obras finales (y de ellas, la más personal, su “Solo para…”).

Me prendo un Camel…y sigo; solo déjame que recuerde la figura flaca del flaco.

Julio Ramón Ribeyro ya desde temprano, desde “Los gallinazos sin plumas”, empezaba su lúdico desempeño en agitar el concepto de la relación de los espacios con todo aquello que pudiese, y eventualmente -de formas oníricas las más-, llenarlos.

“¿Cuánto tienen que circular los objetos para encontrar su espacio?”

Bueno, en la importancia que cada persona le de a la relación de los espacios con sus potenciales “huéspedes”, y por decantación, a nuestra relación con lo anterior pues creo que depende de factores acumulados y amalgamados en nuestros cerebros y en nuestras almas compinches en lo que va de nuestras edades. Pero, ojo que para ciertas personas –y me incluyo- dicho sondeo espacial -que para algunos puede llegar a ser trágicamente difícil de advertir y de reconocer mientras que para otros, sumamente regocijante-, es importantísimo y capital.

¿Dependemos de las resultas de ese caprichoso ordenamiento espacial (o por lo menos de su proceso) para ser mejores y más productivos en las cosas de los humanos?

Habrá personas que leerán esto y lo calificarán de –por lo menos- una nimiedad absoluta, y ni me interesa. Es más, al que no entienda no valdría la pena ni amagarle una explicación.

Si piensan eso (lo de la nimiedad), es porque no han comulgado con las cosas, con los procesos creativos y sobretodo con los caprichos de los espacios, que tan especiales se creen… (la cosa es que lo son).

“¿Tenemos un lugar y un espacio?”…

Sí, aquel que el proceso anterior del cual hablé nos deje (otro Camel, perdón). Saben, he llegado a la conclusión de que somos no parte del proceso creativo, sino más bien una consecuencia de él. Nuestros ánimos, nuestras ganas de ser, nuestra convivencia y todo lo que las gentes hacen (bueno, la mayoría de las gentes si se quiere), tienen una exclusiva relación con el ámbito espacial en el que uno vive, se mueve, piensa, respira, responde…. en fin, sobrevive y ama (o lo pretende).

Somos, aparte de ser nuestras circunstancias, el producto de un proceso en el cual la búsqueda de nuestros propios espacios (y los espacios para nuestras cosas y nuestros recuerdos) se traduce en vital ya que la maniobra no acaba y es eterna hasta donde eternos podemos ser nosotros y nuestros espíritus de humanos insaciables.

….perdón, decía que Barranco, perdió a un gran fumador.

Gracias Julio Ramón, por llevarme frente al mar, otra vez.

ºººº ƒ ºººº